Definir
a Onofre Prohens es ardua tarea, pues encierra en su persona y trayectoria el
perfil de un artista renacentista, un raro espécimen de estética conciencia,
amante incondicional del Arte en toda su expresión y diversificación. Prohens es músico,
bailarín, ceramista, decorador, anticuario… pero ante todo pintor.
Su
pintura es reconocida internacionalmente y es uno de nuestros embajadores más
admirados y queridos. Pero lejos de la reputación y la algarabía de la fama, de
los pífanos plateados que llaman a palacio, está la persona, el artista que
soñó con luces y colores, y se despertó con un pincel en la mano, la mejor
herramienta para expresar su creativa y apasionada belleza interior.
Formado
de la mano y en compañía de muchos grandes: Ventosa, Casimiro Martínez,
Tarrassó, Carrión, Soto Mayor, P. Quetglas o Xim Torrens, Prohens recibe una
formación inmejorable en un ambiente ya histórico y legendario para
el mundo del arte mallorquín.
Cual
Villa Careggi, su entorno, plagado de artistas y locos creadores; de su
inseparable Basilio; de admiradores devotos; de protectores y amigos de capa y
espada, hacen recordarnos un instante florentino a orillas del Mediterráneo más
occidental.
Su
obra es luz y color. De la mano de la escuela impresionista, fusionada con
aires postimpresionistas que nos recuerdan a Cezànne (parafraseando a nuestro
querido Mascaró Pasarius), las pinturas de Prohens poetizan entre cromatismos,
fuerza y luminosidad, el paisaje mallorquín más delicado y hermoso. Su querida
Valldemossa, sus marinas, sus flores multicolor de acentuada expresión, sus
“esquitxos” de indomable movimiento, sus damas de virginal delicadeza y sus
buganvilias, que si pudieran hablar mencionarían su nombre como el de un
ferviente admirador que ha sabido ensalzarlas por encima del reino vegetal, al
mundo y estatus del Arte... hacen de todo ello que su legado sea exquisito y un
espectacular ejemplo para, y sobre nuestra cultura.
Onofre
no solo despierta mi admiración como maestro y amigo, sino como un ejemplo de
libertad corporativa, propia del artista que todos llevamos dentro, enamorado
de las cosas bellas de este mundo, de las buenas compañías, del saber vivir y
el saber estar. Un esteta venido a más con el correr de los años que es un
claro exponente de la escuela paisajista palmesana y del aparentemente olvidado
sentido estético del ARTE.
Si
le preguntas por su trabajo, siempre te asaltará aquel niño que soñó con luces
y colores, en una emergente y prometedora ciudad de Palma, y despertó con un
pincel entre sus manos… a orillas del Mediterráneo.
Aquí tenéis una muestra de su trabajo:
Óleo sobre tela. Inacabado. |
Óleo sobre tela. |
Óleo sobre tela. |
Óleo sobre tela. |
• Gil
Miró