Basilio
Escudero, paisajista e impresionista figurado, es un claro ejemplo de cómo
enfrentarse al luminoso paisaje mallorquín. Muchas son sus virtudes como
pintor: la olivera, los estanques, su maravillosa paleta de verdes, los
almendros, la marina, las flores, sus torrentes… sin embargo en el presente
escrito es de interés hablar sobre aquel ejercicio aparentemente sencillo,
aunque extremadamente técnico, que requiere un gran dominio del color y del
pincel, y que con tanto talento Basilio ejecuta: la mancha.
Oriundo
de Cuenca y afincado en Mallorca por vocación la mayor parte de su vida, fue precisamente
en esta isla donde despertó la afición por la pintura. A fuerza de tenacidad,
un innato talento y muchas horas robadas al descanso una vez salía de trabajar
y corriendo se dirigía a lo que quedaba de clase, allá donde había algo que
aprender, como en los estudios de Coll Soto Mayor, o Xim Torrens Lladó, además de contar con la inestimable compañía de Onofre Prohens que fue su primer mentor. Así,
entre estudios, juventud y una marcada necesidad autodidacta, Escudero fue adquiriendo
el estilo y arte que tantos éxitos y reconocimientos le han merecido hasta la
fecha, consolidándose como una figura imprescindible de esa “olvidada” escuela
de artistas nucleada en la ciudad de Palma.
La
mancha (nombre que se asocia a un cuadro inacabado, tan solo encajado y planteado en su estructura base) es un suspiro, un delirio espontáneo que casi necesita de trance para su
ejecución. Es quizás la manera más oriental que tenemos los pintores
occidentales para acercarnos a la filosofía estética del Zen, o del Tao. Es
robarle un instante al momento, dejarte llevar y fluir con el pincel hasta
robar el alma de aquello que pintas. Basilio es, parafraseando verdades
taoístas, como el agua. Corre, fluye, da vida, profundiza y refleja la luz con tornasolados
colores. Verlo “manchar” es como ver correr el agua en un río. Rápida y calma,
con fuerza y con delicadeza. Es la unidad en el antagonismo del movimiento y la
sensación.
Como
maestro tiene la deferencia de ralentizar el pincel cuando lo observas y te
enseña. Como artista, cuando pinta exiliado de la docencia, ni le ves la mano,
y antes de poder decir un “cómo” o un “espera” el alma del lienzo ya ha hecho
acto de presencia.
Basilio
es uno de esos pintores preñados de experiencias y anécdotas… y cuadros, humilde aunque con temperamento manchego,
amigo de sus amigos y de la naturaleza de las cosas bellas. Como amigo y
maestro solo tengo elogios que pronunciar sobre él y sobre su pintura. Forma
parte de una generación de pintores que supo dignificar y hermanar la pintura
al grado de poesía, convirtiéndose en uno de los últimos paisajistas que tanto
tuvieron que decir sobre la luz y los colores de Mallorca, y cuyo relevo
generacional es ignoto y más bien estéril ante la modernidad del arte
contemporáneo.
Quizás
ya nunca más vuelvan a haber pintores como aquellos, como él… heraldos
comprometidos con la belleza de una isla.
Aquí tenéis una muestra de sus manchas:
Aquí tenéis una muestra de sus manchas:
Óleo sobre tela. © Basilio Escudero |
Óleo sobre tela. © Basilio Escudero |
Óleo sobre tela. © Basilio Escudero |
Óleo sobre tela. © Basilio Escudero |
• Gil Miró