Sin desperdicio amigos, un claro retrato del prostíbulo artístico del siglo XX. Cierto que es amarga la confesión, pero tiene el mérito de ser sincera, humilde y aplastante, y eso, viniendo de Picasso, es mucho decir, y mucho Picasso. A sus pies Don Pablo.
PABLO PICASSO: UNA AMARGA CONFESIÓN
Texto íntegro de las declaraciones hechas por Pablo Picasso a la
revista de L´ Association Populaite des Amis de Musées,
“Le Musée vivant” nº
17-18 del año 1963.
“Cuando yo era joven, igual que todos los jóvenes, tuve la
religión del arte, del gran arte; pero con el correr de los años me he dado
cuenta de que el arte, tal y como se lo concebía hasta finales de 1800, está ya
acabado, moribundo, condenado, y que la pretendida actividad artística, con
todo su florecimiento, no es más que la manifestación multiforme de su agonía.
Los hombres se apartan, se desinteresan cada vez más de la pintura, de la
escultura, de la poesía; aparte de las apariencias contrarias, los hombres de
hoy tienen puesto su corazón en otra cosa muy distinta: las máquinas, los
descubrimientos científicos, la riqueza, el dominio de las fuerzas naturales y
de todos lo territorios del mundo. Nosotros ya no sentimos el arte como una
necesidad vital, una necesidad espiritual, como era el caso de los siglos
pasados.
Muchos de entre nosotros siguen siendo artistas y ocupándose del
arte por unas razones que tienen muy poco que ver con el verdadero arte, sino
por espíritu de imitación, por nostalgia de la tradición, por inercia, por el
gusto de la ostentación, del lujo, de la curiosidad intelectual, por moda o por
cálculo. Viven todavía por costumbre y por esnobismo, en un reciente pasado,
pero la gran mayoría de ellos, en todos los medios, no tienen ya una pasión
sincera por el arte, al cual consideran, todo lo más, como una diversión, un
ocio y ornamento.
Las nuevas generaciones, amantes de la mecánica y del deporte,
más sinceras, más cínicas y brutales, irán dejando el arte, poco a poco,
relegado a los museos y las bibliotecas, como una incomprensible e inútil
reliquia del pasado. En el momento en que el arte ya no es alimento de los
mejores, el artista puede exteriorizar su talento en toda clase de tentativas
de nuevas fórmulas, en todos los caprichos y fantasías, en todos los
expedientes de la charlatanería intelectual. El pueblo ya no busca ni consuelo
ni exaltación en las artes. Y los refinados, los ricos, los ociosos, los
destiladores de quintaesencias, buscan lo nuevo, lo extraordinario, lo
original, lo extravagante, lo escandaloso. Por mi parte, desde el “cubismo” y
más lejos aún, he contentado a esos señores y a esos críticos con las múltiples
extravagancias que me han venido a la cabeza, y cuanto menos las han
comprendido, más las han admirado. A fuerza de divertirme con todos esos
juegos, con todas esas paparruchas, esos rompecabezas, acertijos y arabescos,
me hice célebre rápidamente. Y la celebridad significa para un pintor: ventas,
ganancias, fortuna, riqueza.
En la actualidad, como sabéis, soy célebre y muy rico. Pero
cuando estoy a solas conmigo mismo, no tengo el valor de considerarme artista
en el sentido grande y antiguo de la palabra.
Ha habido grandes pintores como Giotto, Tiziano, Rembrandt y
Goya. Yo no soy más que un bufón público que ha comprendido su tiempo. La mía
es una amarga confesión, más dolorosa de lo que pueda parecer, pero que tiene
el mérito de ser sincera".
Pablo Picasso
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